jueves, 18 de agosto de 2011

HISTORIA DE LA BRUJERIA

HISTORIA DE LA BRUJERIA
De acuerdo con la mayoría de los expertos, los brujos europeos de la época medieval en adelante estaban organizados en grupos o aquelarres de doce miembros, la mayor parte de ellos, pero no exclusivamente, formados por mujeres, y por un líder, generalmente, masculino. Este líder estaba considerado como vicario del diablo y muchos de sus fieles más ingenuos le trataban como si fuera el mismo diablo. Tradicionalmente se le representaba vestido de negro o con disfraz de macho cabrío, ciervo u otros animales con cuernos.
El grupo se reunía una o dos veces por semana en lo que generalmente constituía una reunión local. En estas reuniones las brujas llevaban a cabo supuestamente ritos de culto al demonio, informaban de sus actividades y hacían planes para la próxima semana. Otras reuniones regionales, llamadas Sabbats -seguramente como un acto provocativo hacia el sabbat judío-cristiano-, se reunían probablemente a centenares, a veces miles de alegres asistentes, incluyendo los brujos y sus neófitos.
El lugar de reunión de brujos más famoso de la Europa antigua y medieval fue Brocken, el pico más alto de las montañas Harz, en Alemania, donde transcurre la escena del Sabbat tan impresionantemente descrita en el Fausto de Goethe. Los dos Sabbats más importantes se celebraban en la noche del 30 de abril (Noche de Walpurgis) y la del 31 de octubre (víspera de la festividad de Todos los Santos). También se celebraban Sabbats en las noches del 31 de julio (Fiestas de la cosecha) y del 1 de febrero (Candelaria), además de otras.
El Sabbat comenzaba con la iniciación de los neófitos. Se supone que la ceremonia iniciática incluía prestar juramento de obediencia al demonio, firmando con él pactos de sangre y profanando crucifijos, por ser la señal de la Cruz, y otros objetos sagrados; la asignación de un espíritu ayudante bajo la forma de gato, ratón, comadreja, sapo u otro animal pequeño, que actuara de sirviente del brujo; la realización de diversos actos obscenos de obediencia al demonio y su vicario. A la iniciación seguía un acto de culto general que con frecuencia incluía la misa negra, una farsa de la misa católica (véase Satanismo). Se dice que el culto desembocaba en una danza que se hacía cada vez más salvaje e indecente. El Sabbat terminaba supuestamente en una orgía sexual.
En el Mundo Antiguo

Por lo que se conoce del Sabbat y a través de otras evidencias, muchos expertos contemporáneos han llegado a la conclusión de que la brujería constituía la reliquia de determinados aspectos de una antigua religión popular, esencialmente un culto a la fertilidad, que existía por toda Europa antes de la llegada del cristianismo. Según esta teoría, dicha antigua religión convivió con el cristianismo durante la época medieval, aunque poco a poco fue perdiendo adeptos e importancia. Al tiempo que el cristianismo fue ganando importancia, la mayoría de la gente empezó a considerar a los dioses de la antigua religión como demonios. Aquellos que practicaban la antigua religión acabaron convirténdose en brujos a los ojos de las autoridades eclesiásticas y de los cristianos ortodoxos.

La creencia en las prácticas mágicas a través de la intervención de espíritus y demonios fue casi universal. Los escritos egipcios hablan de conjuradores y adivinos que obtenían sus poderes de los demonios y los dioses extranjeros. En el relato egipcio del enfrentamiento entre Moisés y el faraón, para que los israelitas puedan salir de Egipto, Moisés aparece como un practicante de la brujería y sus seguidores como siervos de un dios extranjero y detestable, que, por lo tanto, son brujos.

En el relato bíblico del mismo episodio, los sacerdotes egipcios que compiten con Moisés aparecen como hechiceros malignos. El mandato bíblico: "No permitirás la vida de los hechiceros" (Éxodo 22,18) fue una de las principales justificaciones para las persecuciones de brujos en tiempos posteriores. En el Código de Hammurabi se encuentra una prohibición aún más antigua sobre la brujería. A pesar de todo, ésta continuó floreciendo, y tanto los caldeos y los egipcios como otros pueblos occidentales fueron famosos por sus conocimientos de la brujería.
La hechicería y la magia también se desarrollaron en Grecia antigua, baste recordar a figuras como Medea y Circe, prácticas que pasaron a Roma y que fueron bien asimiladas por la población. En el siglo II, Apuleyo escribió mucho sobre los poderes y ritos de las hechiceras y en la Apología afirma que en la región helénica de Tesalia había muchas brujas y que éstas podían incluso dominar la naturaleza. Sin embargo, otros escritores, como Petronio y Horacio, se habían burlado de estas creencias y las consideraban propias de gente inculta y vulgar.
Con la llegada del cristianismo y el rechazo de esta comunidad religiosa a aceptar las divinidades oficiales, los cristianos sufrieron persecución, pero con su triunfo, a partir del emperador Constantino, se atacó al paganismo y especialmente a sus ritos. A lo largo del siglo IV se desarrolló el Código Teodosiano, en el que se condenaba explícitamente el culto idolátrico y cualquier aspecto de la magia. Una de estas leyes condenaba con la pena capital a quienes celebraran sacrificios nocturnos en honor de los demonios, y por demonio se podía entender cualquier cosa: la persecución a las brujas había comenzado.
De todas maneras, la Iglesia cristiana fue indulgente con cierta brujería, por lo arraigada que estaba en la población, sobre todo la relativa a supuestos hechizos o bebedizos acompañados de oraciones que tanto servían para curar un catarro como para despertar una pasión amorosa, y que en definitiva no eran otra cosa sino hierbas medicinales y afrodisiacos. A las personas convictas por estas prácticas sólo se las condenaba a hacer penitencia. Los sacerdotes luchaban por erradicar la fe pagana y el elemento mágico o milagrero que se atribuía a lo que era un remedio medicinal. Pero para consolidar su poder, la Iglesia no podía ni plantear un conflicto global con los numerosísimos devotos de la religión antigua, ni tolerar los viejos ritos, pues además, según fuentes dignas de confianza, muchos cristianos también creían en estos hechizos. Así es que lo que se hizo fue perseguir los auténticos ritos mágicos.

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