martes, 1 de noviembre de 2011

AKELARRES: DROGAS,SEXO Y DESVIACION
Siendo el culto a Satán, por parte de sus adictos, contrario y en cierto modo paralelo al que se rinde a Dios en las celebraciones relgiosas ortodoxas y permitidas, en buena lógica exige también la mani festación del fervor y del sometimiento a su sobrenatural poder mediante ceremonias y concentraciones y la consagración de ciertos días. La manifestación más importante del culto satánico ha sido siempre el sabbath o aquelarre, concentración de brujos y brujas, presidida por el mismo Satanás o por un representante cualificado, y a la que solían acudir también íncubos y súcubos ( recuérdese: demonios masculinos y femeninos ), para participar en la adoración de su señor y en todos los actos subsiguientes. Todo lo diabólico tenía lugar en los aquelarres, desde la profanación a todo lo divino, hasta la realización de toda clase de excesos sexuales, que ya venimos viendo es la actividad que más place al rey de los infiernos y a sus seguidores. Frecuentemente, y sobre todo en las grandes concentraciones, el aquellare concluía con la celebración de una misa negra, que era - y es, porque se continúan celebrando - la exaltación máxima de los ritos satánicos, El primer documento, y en consecuencia, la primera referencia escrita, acerca de un sabbath, pertenece al siglo XII. Es una condenación eclesiástica a las prácticas satánicas que realizaban las sectas ya existentes
Se refiere a los «stedinger», en el norte de Europa, y relata los ritos de iniciación de un novicio. Dice así: «Cuando se recibe a un novicio, que entra por primera vez en la asamblea de los réprobos, se le aparece un animal muy parecido a la rana (un sapo, seguramente). Todos lo besan, unos en el trasero y otros en la boca, chupando con la suya la lengua y babas del bicho. Unas veces, el sapo aparece en su tamaño normal; otras es casi tan grande como un ganso. Generalmente tiene una boca enorme, del tamaño de un horno de pan». Avanzando hacia el novicio, aparece un hombre terriblemente pálido, tan delgado y extenuado que más parece sólo tuviera huesos sobre la piel. El novicio le besa y nota que está frío como el hielo. Nada más besarlo, siente cómo se ha borrado de su corazón todo recuerdo de la fe católica. A continuación se sientan todos y celebran un banquete. Cuando se levantan, tras haber concluid, sale de la estatua que suele presidir todas estas reuniones un gato negro del tamaño de un perro grande, que hace su entrada andando hacia atrás y con la cola en alto. El novicio le besa el trasero en primer lugar; luego, el director de la ceremonia, y por último, todos los presentes, en orden según su grado. El quedar excluido de este acto es pena que recae sólo sobre quienes hubieran cometido gravísima falta. Tanto, que sólo resulta superior a ella la de la muerte». Al volver a su sitio, quedan los presentes en silencio, la cabeza vuelta siempre hacia el gato. Luego, el director dice: "Perdónanos". El que está tras él repite lo mismo, pero el que está situado en tercer lugar ha de decir: "Lo sabemos, Señor". El cuarto finaliza con la frase: "Hemos de obedecer". Termi nada esta parte de la ceremonia se entregan a una desenfrenada orgía, sin tener en cuenta ni siquiera el parentesco. Si hubiera más hombres que mujeres, éstos satisfacen entre sí sus apetitos; y si fueran las mujeres mayoría, lo mismo. Terminados estos "horrores", agotados todos, se encienden las velas y cada cual se coloca de nuevo en su lugar. Después, de un rincón oscuro, sale un hombre con la parte superior de su cuerpo cubierta de algo brillante como el sol, y la inferior áspera y peluda. El director corta un trozo de las vestiduras del novicio y se acerca al resplandeciente personaje, diciéndole: " Amo, este se me ha dado, yo a mi vez te lo entrego", A lo que responde el otro: "Bien me ha servido, mejor me has de servir aún; lo que me diste, lo pongo bajo tu custodia". E inmediatamente desaparece. Los presentes, todos los años por Pascua, reciben la comunión de manos del sacerdote, y llevándola en sus bocas hasta los vertederos, la arrojan sobre las inmundicias, en ultraje al Salvador. Además, esos hombres blasfeman continuamente, gritando que el Señor de los cielos ha obrado como un malvado, al arrojar a Lucifer a los abismos. Y que para lograr que el Diablo triunfe, se ha de hacer no lo que Dios manda, sino tan sólo aquello que más le desagrada ». Culto a Satanás, sexo y desprecio de Dios: los ingredientes de cualquier sociedad satánica que se precie y el encuadre perfecto para los auténticos aquelarres. Solían tener lugar estas grandes concentraciones de brujas y adoradores de Satanás en lugares alejados de las zonas pobladas, en pleno campo y preferentemente en algún prado resguardado por bosques tupidos. La fría luz de la luna iluminando el claro del bosque era el marco ideal. Lejos de curiosos, lejos de sus perseguidores, las brujas y sus demonios se entregaban a sus ritos y desenfrenos. Precisamente, el vocablo aquelarre significa en euskera prado del macho cabrío», y hace referencia a un famoso proceso de brujería, que tuvo lugar en el país vasco y que se conoce con el nombre de «proceso municipal de las brujas de Fuenterrabía». Julio Caro Baroja, en su libro Las Brujas y su Mmundo, analiza detenidamente el proceso, considerándolo como una muestra extraordinaria de lo que era la brujería en aquella época. 

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