sábado, 22 de octubre de 2011

El cuerpo etéreo y las corrientes de energía.
 

Cuando la enseñanza oculta ha llegado al punto en que comienzan a girar las flores de loto descritas en los párrafos precedentes, mucho ha logrado el discípulo de lo que conduce a provocar en su cuerpo etéreo corrientes y movimientos bien definidos. Este desarrollo da lugar a la formación de una especie de centro en la región del corazón físico de donde irradian corrientes y movimientos de los más variados colores y formas espirituales.

Este centro, en realidad, no es meramente un punto, sino una estructura muy compleja, un órgano maravilloso; brilla y centellea espiritualmente en los más diversos colores y ostenta formas de gran regularidad, susceptibles de cambiar rápidamente. Otras formas y corrientes de diversos colores parten de este órgano hacia las demás partes del organismo y también lo trascienden, atravesando e iluminando todo el cuerpo anímico; pero las corrientes más importantes fluyen hacia las flores de loto, circulan por todos los pétalos, regulan su rotación y salen por sus puntas para perderse en el espacio exterior. Cuanto más evolucionado está el hombre, tanto más amplia es la esfera dentro de la cual se propagan estas corrientes.

Particularmente estrecha es la conexión de la flor de loto de doce pétalos con el centro descrito. Las corrientes fluyen directamente hacia y a través de ella, por un lado, hacia los lotos de dieciséis y de dos pétalos; por el otro (el de abajo), hacia las flores de loto de ocho, seis y cuatro pétalos. Es por esta organización que en la enseñanza oculta debe ponerse especial cuidado en el desarrollo de la flor de loto de doce pétalos, pues en caso de cualquier desacierto al respecto, el desenvolvimiento de todo este sistema resultaría desordenado.

Lo que antecede da una idea de cuan delicado e íntimo es el carácter de la enseñanza oculta y con cuánta exactitud hay que proceder para que todo se desarrolle de la debida manera. Se comprenderá también fácilmente que sólo puede dar instrucciones para el desarrollo de facultades suprasensibles, quien haya experimentado por sí mismo lo que él se proponga desenvolver en otro, y quien esté plenamente capacitado para verificar si sus indicaciones realmente producen el resultado correcto.

Si el discípulo procede de acuerdo con las indicaciones recibidas, dota a su cuerpo etéreo de corrientes que están en armonía con las leyes y evolución del mundo al que pertenece el ser humano. Por esta razón, esas indicaciones siempre son trasunto de las grandes leyes de la evolución del mundo. Consisten en los ejercicios de meditación y concentración ya mencionados y otros similares, los cuales, practicados debidamente, producirán los efectos descritos.

En determinados momentos, el discípulo debe compenetrarse enteramente del contenido de dichos ejercicios, de modo que, en cierto modo, se sienta interiormente impregnado de él. Se comienza con ejercicios sencillos que, ante todo, sean apropiados para profundizar y dar un carácter más íntimo al pensar sensato y razonado. De este modo, el pensar quedará libre e independiente de todas las impresiones y experiencias sensorias; se concentrará como en un punto que estará bajo el absoluto dominio del hombre. Así se crea un centro interino para las corrientes del cuerpo etéreo. Este centro no está aún en la región del corazón, sino en la cabeza, donde se presenta al clarividente como el punto céntrico del que salen los movimientos.

Sólo tendrá completo éxito la enseñanza oculta que, en primer lugar, se empeñe en crear este centro. Si el centro se despertara desde el principio en la región del corazón, el clarividente en ciernes, si bien lograría cierta visión de los mundos superiores, no podría en verdad comprender las relaciones entre estos mundos superiores y nuestro mundo sensible, comprensión absolutamente necesaria para el hombre de la actual etapa evolutiva. El clarividente jamás debe convertirse en romántico, lleno de ilusiones, ni dejar de pisar terreno firme.

El centro creado en la cabeza, una vez debidamente fortalecido, será trasladado hacia más abajo, hacia la región de la laringe, lo que se consigue mediante la prosecución de los ejercicios de concentración. Como resultado, las corrientes del cuerpo etéreo partirán de esta última región e iluminarán el espacio anímico en torno al hombre.

Continuando los ejercicios, el discípulo adquiere la capacidad de determinar por sí mismo la posición de su cuerpo etéreo. Antes, esta posición dependía de fuerzas exteriores procedentes del cuerpo físico. Con el progreso de su desarrollo, el hombre llega a ser capaz de girar su cuerpo etéreo hacia todos los lados. Esta facultad se produce gracias a las corrientes que circulan aproximadamente a lo largo de ambas manos, partiendo del loto de dos pétalos situado en la región de los ojos. 

Todo esto es posible por el hecho de que las radiaciones que parten de la laringe, asumen formas redondas, parte de las cuales fluyen hacia el loto de dos pétalos de donde se encauzan, en corrientes ondulantes, a lo largo de las manos. Como resultado ulterior estas corrientes se subdividen y se ramifican de la manera más sutil, entrelazándose para formar una especie de tejido que se transforma para delimitar, como si fuera con una red, todo el cuerpo etéreo.


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